Si existe una emoción dañina es la culpa. La culpa no trae ningún beneficio para nuestro desarrollo personal (no así la responsabilidad frente a nuestros actos, que es algo completamente distinto).
La culpa está muy relacionada con lo aprendido, tiene un componente cultural del que no somos conscientes la mayor parte de las veces. Porque, ¿por qué nos sentimos culpables por un determinado comportamiento? ¿por qué hay personas se sienten culpables por algo y otras personas en otras partes del mundo no lo hacen? ¿quién decide lo que está bien y lo que está mal para después sentirse culpable por ello?
En gran medida, la sociedad en la que vivimos es la que decidió mucho tiempo atrás qué comportamientos son aceptables y cuáles no. Y a partir de esos juicios de valor, que poco tienen que ver con nosotros, después de pensar, decir, sentir, hacer o no hacer algo, viene el sentimiento de culpa, bien porque no nos adaptamos a lo que los demás esperan de nosotros, o bien porque hemos actuado o pensado de manera reprobable según las creencias de otros que están instauradas en nuestro propio inconsciente.
La culpa trae una carga emocional demasiado dura, puede llegar a ser desgarradora. Es un hecho que todos cometemos errores. Los llamados errores están presentes en nuestras vidas para que a partir de ellos podamos decidir quiénes queremos ser, si queremos seguir repitiendo comportamientos que nos traen sufrimiento a nosotros y a los demás o si queremos cambiar nuestras decisiones y comportamientos para estar mejor de lo que hemos estado hasta ahora.
Pero esto no tiene nada que ver con la culpa, es un acto de responsabilidad ante lo que somos y ante lo que hemos sido. La culpa, con el autocastigo que nace de ella, solo crean dolor y sufrimiento.
El libre albedrío existe para que podamos elegir quiénes queremos ser, para aprender y redefinirnos cada día.
Otro punto a tener en cuenta es que la culpa crea víctimas y verdugos. Tanto el papel de víctima como el de verdugo son demasiado variables, depende de la perspectiva desde la que miremos. Lo que en un tiempo nos puede parecer de una forma, cambiando nuestro punto de vista, en otro tiempo puede parecernos completamente diferente. Además, creerse víctima o verdugo, instaurarse en ese papel y echar raíces no conlleva ningún desarrollo, sino todo lo contrario.
Cabe decir, que cuando arrastramos emociones no expresadas o no resueltas durante un tiempo, las consecuencias en nuestra salud no tardan en presentarse. Una emoción no resuelta crea un clima en nuestro organismo en dónde el sistema inmune no se puede expresar con normalidad, como ya hemos explicado en otros posts.
Siempre hacemos lo mejor que podemos con las circunstancias, los múltiples condicionamientos y las herramientas con las que contamos cuando tenemos que tomar una decisión. Es decir, nadie va a tomar la peor opción posible entre todas las que se presentan. Va en contra de nuestro instinto de supervivencia. Es posible que en el momento en el que tomamos una decisión nuestro nivel de consciencia (o conocimiento global) sea diferente de lo que es un tiempo después, tras haber tomado esa decisión. Por eso es comprensible, que no sano, sentir culpa. Siempre vamos a elegir hacerlo lo mejor posible con la información que disponemos en ese momento.
Algunas veces, el error nos lleva a darnos cuenta de nuestro egoísmo. Personalmente, siempre he pensado que las malas personas no existen, existen personas más egoístas que otras y con un nivel de consciencia distinto a otras. Cuando eres plenamente consciente, el amor y el bien común siempre van a estar presentes a la hora de tomar cualquier decisión.
Y a partir de que cometes errores, aprendes que cuando mejor te sientes es cuando las personas que están a tu alrededor y que aprecias están felices. Crece en ti un sentimiento de unicidad, de amor incondicional que se va haciendo mayor según va creciendo tu nivel de consciencia.
Porque todos formamos parte del mismo mundo. Todos sentimos las mismas cosas. A todos nos duelen y nos conmueven las mismas circunstancias. En el fondo, no somos muy distintos los unos de los otros. Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa.
Mar Tárraga
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies
ACEPTAR